En todas partes, en todos los
lapiceros,
no puedo desobedecer a mi instinto,
no eres tú, soy yo,
y es que no he vuelto a ser el
mismo, desde que fui a Nueva York,
con un genio de Fuente Vaqueros.
Fui un monarca, quien lo diría,
intente ser la barca de la
melancolía,
intente llevar la piedra,
que llevaba un marinero sin tierra,
en una playa del puerto de Santa
María.
Fui estirpado como si fuese un
cáncer,
pero nunca moriré, ni me arrastraré
por el suelo,
soplaré por las calles de Alicante,
como el viento del pueblo.
Fui utilizado para seducir a
Dorotea,
hablando de encantos y de las luces
que tiene Abril,
me pusieron al lado de Lope de
Vega,
con mis hermanas las letras, en
Madrid.
Y lloré cuando escuché una saeta
delante del alma de un gitano,
que me compusieron sin conocerse y
de buen grado,
uno de un pueblo sin agua y otro de
secano,
dos genios de la escritura, que no
se conocen como hermanos.
Soy todas esas cosas que aparecen
por escrito,
no soy de color de rosa, no soy
prosa,
muchos formaron parte de mi vida,
y allí seguiré amarrada aunque me
tachen de proscritos.
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